Desgarradoras escenas se vieron en el sepelio de la joven Gabriela Romero, aprendiz del Sena asesinada semanas atrás por el ‘Monstruo de la Sexta Entrada’.
Un vehículo fúnebre recogió los restos de la joven de 18 años en Medicina Legal y los trasladó al Cementerio Universal. Allí el carro se abrió paso entre una muchedumbre vestida de blanco y que agitaba pañuelos blancos, y gritaba: “¡Queremos justicia, queremos justicia!”.
La madre de Gabriela, Luz Divina Cabarcas, llegó caminando con lentitud hasta la bóveda donde ingresaría el ataúd con los restos de su hija. Al ver el féretro, la madre estalló en llanto. “Siempre te amaré, mi flaca linda, mi bebé. Perdóname por no haberte protegido del monstruo ese”. La frase, dicha con fuerza, rabia y frustración, fue pasando de boca en boca. “Siempre te amaremos, Gaby”, gritaron familiares y allegados.
El dolor de Luz Divina amainó un poco cuando la bóveda fue sellada. Acariciaba el cemento de la cripta como si se tratara del rostro de su hija, con suaves roces de sus dedos. Mientras, el hermano de Gabriela, Gean Franco, escribía el nombre en el cemento fresco con el tallo de una rosa. Luego, amigos dejaron flores y entonaron canciones alusivas a la amistad como recuerdo de un lazo inquebrantable.