Bate corrido para el gobernador Verano, el secretario de Salud del Atlántico, Armando De la Hoz, directivos y directores de hospitales y demás instituciones, todos culpables de la terrible crisis en la que se debate la salud en el departamento.
Desde el arranque del periodo, Verano, por “agradecimiento”, entregó el manejo y control total del sector salud a un empresario privado, propietario del denominado “Grupo R”, amo y señor de toda la contratación, jefe del sumiso Armandito Dela Hoz y hasta mandamás del Parque Muvdi.
Conociendo el perfil del personaje, propietario de muchas IPS y grandes clínicas, uno reflexiona: ¿Le interesará al “dueño de la salud” que los hospitales públicos del departamento tengan un crecimiento, un cambio positivo, estabilidad financiera y definitivamente se salven?
Los catastróficos resultados administrativos y financieros nos entregan la respuesta. La decisión de Verano fue poner al ratón a cuidar el queso.
No es temeridad ni persecución de parte nuestra, recientemente el Ministerio de Salud alertó que los hospitales del Atlántico son los peor calificados en al país, en su mayoría están en la categoría de “riesgo alto”.
Las deficiencias en la atención a pacientes son una constante, igual la falta de insumos, problemas en sus estructuras físicas, malos manejos administrativos, frondosas burocracias y excesiva contratación se traducen en una aguda crisis en sus finanzas.
Deprimente y desolador espectáculo el que se vive a diario en hospitales de Sabanalarga, Candelaria, Ponedera, Manatí, Puerto Colombia y el ruinoso Juan Domínguez Romero de Soledad.
Los malos manejos y el saqueo también se extendieron al Niño Jesús, fue imposible seguir maquillando sus informes financieros y definitivamente colapsó.
El Hospital Cari de alta complejidad, inviable, con pasivos por más de $93.000 millones y solo $30.000 millones de pesos por recuperar, agoniza en manos de Rocío Gamarra, a quien algunos directivos le llaman “La Karateca”, porque todo lo que toca lo quiebra y sin fallar en el intento.
Panorama oscuro y muy complicado, la salud del Atlántico convertida en una república independiente, concesionada y sujeta a los gritos y caprichos de un empresario, hospitales saqueados y quebrados, pacientes sin dolientes, un secretario de Salud tembloroso y timorato, un gobernador Verano que dice “ni pa’ allá voy a mirá” y gravísimo: un contralor departamental que no controla a nadie, ciego, sordo y mudo ante tantas aberraciones administrativas.
En sus famosos monitoreos los hallazgos no aparecen, al parecer se pierden en la profundidad del elegante sombrero de mago londinense de su entrañable asesor.
¡Seguimos bateando!