En un país convulsionado como Colombia suceden en un solo mes los hechos que pueden llegar a ocurrir en Finlandia, por ejemplo, en un año. Por eso no es nada extraño que solamente haya transcurrido poco más de 30 días desde el inicio del gobierno Duque y la agenda nacional ya está llena de cosas buenas, malas y feas.
Dentro de los puntos que podríamos destacar como buenos, no hay duda que la designación del gabinete de ministros y directores de entidades ha sido un hecho inédito y bien recibido por buena parte del país. El equipo de colaboradores inmediatos del presidente está integrado por técnicos muy jóvenes y destacados. Aparentemente sin militancia política, pero sí con un perfil académico muy alto y hojas de vida brillantes.
Buena señal fue también para el país que el presidente Duque se apartara de las posiciones recalcitrantes y en algunos casos extremas que se generan desde su partido, muchas veces provenientes de personajes con espíritu pendenciero y profunda sed de revanchismo político y personal.
A la gente hay que creerle y esperamos que las diferencias de criterio mostradas por el presidente Duque y su mentor político Álvaro Uribe, obedezcan a un real respeto e independencia en la formulación de opiniones y no a la vieja estrategia de policía bueno y policía malo que tanto utiliza la politiquería tradicional para estar bien con todo el mundo.
Una buena muestra de aparente independencia, fue el apoyo que desde el Gobierno -por lo menos a través de los medios- le entregó a la Consulta Popular Anticorrupción y luego la cumbre que convocó en palacio, donde participaron todas las fuerzas políticas del país, para definir a través de consensos una estrategia consolidada de políticas anti corrupción. Buena señal.
Bueno también, que el entrante Gobierno haya mostrado distancia frente a la elección del nuevo Contralor, que haya mostrado firmeza con relación a los dilatados y gaseosos diálogos con el Eln y que busque de manera fuerte y contundente mejorar los indicadores de seguridad ciudadana y lucha contra los delitos que se registran con mayor frecuencia, a través del programa El Que La Hace La Paga.
Sin embargo, no todo ha sido un jardín de rosas en el nuevo Gobierno. Dentro de las cosas malas que se han registrado en estos primeros 30 días de los 48 meses del mandato popular de Iván Duque, están los anuncios formulados por el controvertido ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, quien no solamente ha hablado de imponer más impuestos para la gente, sino que ha manifestado, sin despeinarse, que la única forma viable de garantizar la prestación del servicio de energía en el Caribe es subir las tarifas.
Malo también, es que no se haya hecho hasta el momento un corte de cuentas consolidado de cómo recibió el país el nuevo Gobierno. Las cifras fraccionadas y a cuenta gotas que han venido conociéndose desde las diferentes dependencias estatales, no reflejan un claro orden y unidad de criterio. Además, prolongan el espejo retrovisor y la quejadera. El presidente sabía muy bien el país que recibía. De hecho, durante su campaña ya dominaba con precisión cifras concretas sobre los principales indicadores del país.
Lo anterior lo obliga a trabajar y solucionar sin dilaciones los asuntos por resolver en todos los ordenes, sin concentrarse en mirar qué hizo o qué dejó de hacer su antecesor. El gobierno Santos ya es historia y la realidad es que la gente está esperando que el presidente Iván Duque emprenda la solución a los grandes problemas nacionales.
Malo también, que pueda suceder lo que muchos temen y es que el gobierno Duque resulte haciendo cálculos políticos en las diferentes regiones en concordancia con los resultados electorales de la pasada elección presidencial, eso teniendo en cuenta que asuntos como la nueva alianza pública privada (APP) para la recuperación de la navegación a través del Río Magdalena, aún no arrancan y parece ser que en lo que resta del año no se pondrá en marcha. Duro golpe económico para una zona del país que coincidencialmente no acompañó a Duque masivamente en las urnas.
Dentro de las cosas feas que hasta el momento muestra el nuevo inquilino de la Casa de Nariño, están las graves acusaciones contra su ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, quien tendrá que enfrentar la próxima semana en el Congreso un debate de control político que incluye una proposición de moción de censura por parte de un grupo de parlamentarios.
Precisamente la semana entrante, se sabrá si el Gobierno cuenta con una mayoría sólida en el legislativo, o si como aseguran algunos miembros del Partido de la U, no pueden sacar pecho con ese respaldo parlamentario.
Y hablando de cosas feas, de comprobarse que el Partido de la U habría recibido como contraprestación para declararse como bancada de Gobierno algunas dádivas (mermelada), por parte de la Casa de Nariño, se le caería la estantería de pulcritud que hasta el momento ha venido resaltando el presidente. Dicen que con la U no hubo acuerdos para ministerios, sino que las complacencias llegaron por la vía de conservarle los actuales cargos regionales que están en cabeza de amigos y militantes de los grupos políticos de los parlamentarios de esa colectividad.
Deberá necesariamente el presidente seguir buscando espacios de diálogo, canales de entendimiento y escenarios de consenso político, teniendo en cuenta que la polarización y heridas que dejó la encarnizada campaña presidencial siguen vivas y constituyen un camino muy riesgoso y deleznable en la tarea de cumplir con un programa de gobierno ambicioso y grandes reformas estructurales del Estado.
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