El portero francés Hugo Lloris está en su apogeo y puede convertirse en el segundo capitán de los Blues, después de que lo hiciera su seleccionador Didier Deschamps como jugador en 1998, en levantar la Copa del Mundo el próximo domingo en Moscú.
Tras la victoria frente a Argentina en octavos de final (4-3), que realzó el espíritu triunfalista de los Bleus, los jugadores desataron en su hotel de la concentración en Istra una batalla con extintores de incendios para festejar. Todo terminó sin consecuencias, con la llegada de los bomberos. Para Lloris no era algo nuevo y podría imaginarse que se sentía cómodo, ya que ha sido muchas veces el bombero de los Bleus en campo en este torneo.
Frente a Bélgica, el martes por la noche en la victoria por 1-0 en semifinales en San Petersburgo, tapó un remate de Toby Alderweireld con una estirada espectacular al palo derecho que evitó la apertura del marcador de los Diablos Rojos. Estuvo impresionante.
“Lloris hace siempre las paradas que se necesitan, el martes otra vez, el otro día había sido contra Uruguay” ante un cabezazo del defensa Martín Cáceres, confía a la AFP Alain Giresse, exjugador y comentarista para Radio France.
Ante Australia (2-1), sacó un remate duro que se le colaba tras un desvío en su compañero Corentin Tolisso. El gol que encajó fue de penal.
Frente a Perú (1-0), festejó su centenario en ‘Bleu’ ganando un mano a mano contra el artillero Paolo Guerrero.
Mano salvadora
En el empate contra Dinamarca (0-0), en el cierre de la fase de grupos, con la clasificación asegurada, dejó su lugar al suplente Steve Mandanda.
Contra Argentina en octavos (4-3) fue más complicado. No pudo hacer nada ante el zapatazo de Ángel Di María, y menos frente al segundo tanto argentino, un remate de Leo Messi que desvió en el camino el lateral derecho Gabriel Mercado.
Tal vez en el gol de cabeza de Sergio Agüero, el tercero de Argentina, sobre el final del encuentro, la mayor responsabilidad recae en la defensa, que no tomó de cerca al goleador del Manchester City.
Uruguay llegó en cuartos de final (2-0) y Lloris hizo un gran partido, al aparecer con esa mano salvadora ante el cabezazo de Martín Cáceres, antes del final del primer tiempo, cuando los Bleus ganaban 1-0.
“No es una parada, es casi un gol”, exclamó Deschamps.
Pero Lloris también intenta aplacar el entusiasmo desmedido y, tras cada victoria, exige “no ceder a la euforia”.
Críticas y apoyo
El guardameta del Tottenham también ha apagado las críticas que le apuntaban antes del Mundial. Habían nacido en Estocolmo en junio de 2017, después de una salida errática: despejó mal con un zurdazo y le clavaron como respuesta un gol desde la mitad del campo, en la derrota 2-1 por las eliminatorias europeas.
Las críticas renacieron durante la preparación, demasiado severas tras el gol encajado ante Italia (victoria 3-1), pero justificadas cuando regaló el primer palo ante un remate con poco ángulo de un atacante estadounidense (1-1).
El exportero Fabien Barthez, campeón mundial en 1998, había dicho el 11 de junio en la radio RMC: “Conocemos sus cualidades, su fuerza mental. Hay una sola cosa por hacer, encerrarse en su burbuja y no escuchar todo lo que se dice. Tengo una confianza total en Hugo. Conoce las grandes citas”.
A sus 31 años, Lloris disputará su 104ª selección el domingo, muy lejos por delante de los 87 partidos de Barthez bajo los palos franceses, y uno más que Deschamps, cuyo récord de capitanías ya ha borrado hace rato (80 el domingo contra 54 del actual seleccionador).
La experiencia de Lloris es amplia. Estuvo presente en la peor página de la historia de los Bleus (Mundial-2010 y aquella bochornosa huelga de jugadores en Knysna) como en la epopeya de la Eurocopa-2016, en la que brilló en semifinales frente al campeón mundial de ese entonces Alemania (2-0).
Tres seleccionadores le han confiado el puesto. Raymond Domenech lo instaló a partir de agosto de 2009 y Laurent Blanc luego le dio la cinta de capitán. Ahora, Deschamps lo quiere como su sucesor el domingo, levantando la Copa del Mundo.