En buena hora las redes sociales hicieron presencia en nuestra vida. Gracias a Facebook tenemos reencuentros con viejas amistades de las cuales habíamos perdido el rastro, nos enteramos de sus actividades, viajes y festejos por intermedio de ese moderno álbum virtual llamado Instagram y nos mantenemos actualizados de lo que pasa en el mundo a través de los 280 caracteres de Twitter.
No obstante, el cada vez mas frecuente mal uso de esta poderosa telaraña tecnológica, ha generado profundas heridas de polarización, noticias falsas e interminables discusiones donde queda en evidencia la peor versión de la raza humana.
Por estos días, basta con que usted escriba en Twitter “feliz martes para todos. Dios los bendiga”, para que en pocos segundos aparezca un ejercito de cuentas sin rostros, ni nombres en sus perfiles, respondiéndole “qué tienen de buenos”, “Dios no existe”, “mensaje cursi”, “te metiste a aleluya”, “respeta a quienes somos ateos” o expresiones similares. ¡En qué momento se jodió esta vaina!
Pero, cuando la discusión pasa al ámbito político la cosa empeora significativamente. Es común ver a las redes divididas entre “mamertos” y “paracos”, seguidores de bandos diametralmente opuestos, que, con base en odios, resentimientos, fanatismo y sesgo ideológico, se trenzan a diario en interminables disputas que se concentran en la defensa de ciertos líderes políticos que a su vez avivan desde sus cuentas en redes sociales la profunda división que hoy nos distancia como sociedad y lesiona de manera certera a las instituciones.
Las redes sociales se han convertido en una alcantarilla en la cual descargamos todas nuestras frustraciones y atacamos con sevicia a todo aquel que piense distinto, como si tuviésemos en las manos la patente exclusiva de la verdad revelada. Duro reconocerlo, pero es así.
Y aunque todo no es malo en esta aldea virtual, sí es bueno señalar, que en medio de estas permanentes polémicas es muy fácil manipular a través de ejércitos de cuentas falsas, las cuales generan tendencias que favorecen intereses políticos o generan información manipulada que después se reproduce a una veloccidad vertiginosa en forma de cadenas de Whatss App, el resultado de toda estas manifestaciones de alteración de la realidad, no es otro que la radicalización de las posturas políticas y la peligrosa brecha que aumenta todos los días entre quienes pensamos diferente.
Por eso, no es difícil advertir que, a menos de 4 meses de haberse iniciado un nuevo gobierno, ya el presidente presente un nivel de impopularidad que sobrepasa el 60 por ciento. Y, si bien es cierto que todo no se le puede achacar a las redes sociales, basta con entrar a cualquiera de las mas populares plataformas digitales, para advertir que los sistemáticos ataques que de manera incesante se ciernen sobre el ejecutivo, terminan de hacer el trabajo que comenzó la falta de una comunicación efectiva desde el alto gobierno y los anuncios de nuevos impuestos.
Pero, si a nivel nacional llueve, aquí no escampa. Todos los días en el ejercicio del periodismo nos vemos sometidos a centenares de cuentas piratas que se escudan en su anonimato para calificar la labor que adelantamos y hasta dictar catedra de teoría de la comunicación, ética, valores y deber ser del periodista.
Si alguien critica a los mandatarios locales, un ejercito de cuentas inician un despiadado ataque que incluye palabras soeces, mentiras a medias, acusaciones sin ningún sustento y toda suerte de expresiones que atentan contra la dignidad humana.
Pero, si, por el contrario, usted se atreve a resaltar algo, prepárese, porque no van a dudar estos nuevos apoderados de la moral publica en calificarlo como “lambón”, “comprado”, “amordazado”, “muerto de hambre”, entre otras. En pocas palabras, pierde con cara y con sello.
Así las cosas, antes de hacer su inmersión diaria a través del convulsionado mundo de las redes sociales, prepare el cuero y llénese de niveles industriales de tolerancia, pues se encontrará con verdaderos rufianes digitales dispuestos a acabar en segundos con su honra, denigrar de su postura política e insultarlo sin recato alguno. No podíamos esperar otra cosa, finalmente las redes solo muestran lo que somos como sociedad.
Twitter: @jpserna