Una vez más, Sabanalarga en una sola fe vivió la procesión del Viernes Santo, la número cincuenta de manera ininterrumpida, ya que de 1964 a 1968 estuvieron prohibidas las procesiones de Semana Santa en el municipio, por disposición del obispo de Barranquilla Monseñor Germán Villa Gaviria, quien tomó esta determinación en 1963 porque los fieles querían meter la procesión entrada la madrugada.
En esta ocasión y con un nuevo recorrido, cientos de personas se dieron cita en el acto de piedad popular al que asistieron las autoridades departamentales, ya que la celebración es Patrimonio Inmaterial del Departamento.
La noche del Viernes Santo constituye para Sabanalarga, una solemne ocasión en la que se vive un gran encuentro entre lo religioso y lo cultural, es toda una experiencia propia de la religiosidad popular de los habitantes de este lugar del departamento del Atlántico, que hace de este lugar de encuentro para miles de visitantes que acuden a los actos con motivo de la Semana Mayor.
El acto central del día se verificó desde las tres de la tarde en el templo San Antonio de Padua con la Adoración de la Cruz y al caer la tarde se realizó el Sermón de las Siete Palabras, con la prédica del sacerdote Pablo Padilla.
Es de anotar que esta ceremonia se realiza en la plaza desde la década de 1940, cuando los sacerdotes misioneros Javerianos de Yarumal, la sacaron del templo y escenificaron en la plaza, convirtiéndose en un solemne momento culmen del Viernes Santo.
El momento del velo es una parte especial en medio de la ceremonia popular que vive la ciudad en su plaza central, la cual atiborrada de fieles presenció el instante en que se ‘reventó’ el velo pues el acto consiste en una detonación de un tiro de pólvora en el que se descubre la imagen de cristo que ha permanecido todo el día cubierta por unas cortinas blancas semejando el velo del templo de Jerusalén.
El momento más especial de la noche fue el paso del Santo Sepulcro con el cuerpo yaciente de Jesús que iba llevado en hombros, por la hermandad de hermanos del Santo Sepulcro, hombre y mujeres vestidos de túnica morada y estola cruzada de color blanco quienes van marchando dos pasos adelante y uno hacia atrás razón por la cual el paso es bastante demorado.
El Santo Sepulcro es una joya valiosa de arte de la parroquia San Antonio, realizada en madera con finas tallas que representan el catafalco de Cristo rodeado de hojas de acanto y una tapa superior rematada con unas urnas cinerarias.
El Santo Sepulcro fue traído de Quito, Ecuador, según fuentes orales y su construcción pudo haberse realizado a finales del siglo XVII, para luego añadirle la tapa superior entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Acompañaron el recorrido muchos penitentes entre ellos, gateadores, alumbrantes, nazarenos, niños pasión, samaritanas y brazo de la amargura, entre ellos la señora Guillermina Márquez quien regresó luego de un receso de tres años por enfermedad a ‘pagar’ la manda por el beneficio recibido de Dios en 1947 al salvar su vida de un parto difícil, ayer Viernes Santo y a la edad de 97 años, caminó con su mirada fija al Santo Sepulcro, dando gracias a Dios por su vida y la de su familia.
La celebración de la Semana Mayor data en Sabanalarga desde la época de su fundación en 1744, fecha en la cual inició la vida en comunidad y los habitantes se reunieron en tan importantes ceremonias.
Es un patrimonio cultural que ha sido transmitido de generación en generación y que cada año se actualiza con la vivencia de las procesiones, la música, la gastronomía y los variopintos elementos que integran el evento colectivo de carácter religioso; es el pueblo de Sabanalarga que, movido por su tradición, periódicamente, se apropia de esta manifestación, que se enriquece de manera paulatina.
Por Xavier Ávila Patiño (historiador)
Reportería Gráfica: Juan Pablo Mercado Escamilla.
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