Bate corrido para dirigentes políticos que insisten en la implementación de la compra de votos como única vía para ganar o conservar sus credenciales en cuerpos colegiados; y para los votantes, una equivocada y efímera solución a su desesperante situación económica.
Aún no terminan los escrutinios del debate del pasado domingo y la casa Gerlein vuelve a estar en el ojo del huracán. El escándalo esta vez es de marca mayor, volvemos a tener en las primeras planas, y no precisamente por una buena gestión parlamentaria, a la controvertida congresista Aida Merlano, heredera del trono Gerlein, sin llevar ese apellido con un siglo de tradición en política.
No es su primer bochinche, pero sí el más grave de todos. Por lo pronto, el primer campanazo se lo ha dado la Procuraduría: 90 días de suspensión, que le impedirán cerrar su gris actuación como Representante a la Cámara. El panorama de aquí en adelante luce muy complicado.
Igual de oscuro es el presente y futuro de la casa Gerlein, desmantelada en los últimos tiempos por cuenta de los celos, intrigas, chismes y disputas internas, que forzaron la salida de importantes dirigentes azules como Betty Echeverría, Carlos Rojano, Laureano Acuña y Rubén Marino, entre otros.
Lo que no perdonan muchos gerleinistas de vieja data es la sacada a sombrerazos del senador Roberto Gerlein, máxima figura del movimiento y uno de los más destacados oradores del partido conservador. Fue indudablemente un bochornoso e inexplicable episodio de negativo impacto en el grupo político.
Es inocultable, la casa Gerlein vive el momento más dramático de su dilatada historia, resquebrajado internamente, con evidentes conflictos familiares, un bajonazo en votación, pírricos 33.000 votos a Senado en el Atlántico, sin timonel, sin brújula y negros nubarrones que amenazan con la inminente perdida de la curul en el Senado de la República.
Definitivamente no hay liderazgo, los Gerlein no prepararon a nadie de la familia para empuñar sus banderas y les toca ver hoy cómo su movimiento se cae a pedazos.
Ante la angustiosa situación de la casa política, recobra vigencia la sentencia lanzada por el senador Roberto Gerlein desde su cómodo mecedor: “Sin Gerlein, no hay gerleinismo” … ¡Seguimos bateando!